Cabe destacar las varias marchas y movilizaciones que se han dado en el mes que acaba de finalizar, con distintos convocantes y diversos motivos, pero con un denominador común: la disconformidad con lo que está sucediendo en la Argentina. Hay que ir muy atrás para encontrar una intensidad de manifestaciones como las que hemos visto en estos últimos días.
La marcha del 24 de Marzo por la Memoria, la Verdad y la Justicia es una tradición, aunque algunos intentan desmerecerla diciendo que se politizó. De hecho, Cambiemos –con su discusión sobre la cifra de desaparecidos, la foto de la mayoría de sus diputados con el cartel “Nunca más a los negocios con los DD HH”, y otras actitudes– politizó el tema.
No obstante, resulta lógico que en un acto de repudio a la dictadura cívico-militar se cuestionen los ejes del modelo económico que hoy lleva adelante la gestión de Macri (gobierno democrático elegido legítimamente), porque tienen grandes parecidos con los que implementó la dictadura y lo que hizo Carlos Menem. Entonces, creo que hay que ver como un hecho normal que en ese recordatorio del 24 de Marzo haya un rechazo a las políticas económicas de este gobierno.
Ahora, en lo que transcurre en estas marchas hay algo que trasciende las convenciones y aún las identidades políticas. Además de los militantes de los diversos partidos y de las organizaciones de derechos humanos -que, sin ser partidos, en Argentina se parecen bastante- muchos jóvenes, que no vivieron esa dictadura ni adscriben a un determinado “relato”, sienten natural el manifestarse y marchar. Por encima de los distintos motivos que tengan para protestar -no faltan- ven ahí un símbolo de lo que no quieren tienen razón.
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