¿Quien determina que la juventud es sinónimo de falta de aptitud para ocupar cargos políticos? ¿No es acaso el rol de la juventud en espacios de poder lo que debemos impulsar para un verdadero cambio en la construcción de los espacios políticos? Hasta cambiar todo lo que deba ser cambiado.
Ofelia Fernandez es la legisladora porteña latinoamericana mas joven, asumió por el Frente de Todos en el año 2019.
Esta semana fue victima de amenazas contra su vida y victima constante de su juventud. He leído en muchos portales la criminalizacion que se le hace por ocupar un lugar, democraticamente ya que fue elegida mediante el voto popular, en la legislatura porteña. La comparan con políticos o científicos de una trayectoria de muchos años, y con formación académica también de larga trayectoria. Caracrterisitica que Ofelia jamas podría llegar a tener por el simple hecho que tiene 20 años.
Su mundo no es el mismo de los que ven y construyen desde la quietud, desde lo conservador, desde lo paralizado. Su mundo es movimiento constante, su lucha es día a día.
Por eso molesta e irrita porque pone a la juventud desde un lugar de acción, de resistencia, de pensamiento. Lugar que los que representan las estructuras de poder que se quieren mantener en el tiempo se ven amenazados por Ofelia. Saben que cuando ella habla, hay un sector de la sociedad que la escucha y es interpelado a actuar. Quieren una juventud abulica que no cuestione el mundo en el que viven. Que no se pregunten quienes son aquellos que toman decisiones por nosotros.
Ofelia es el principio de lo nuevo pero que aquello que sea nuevo no represente mantener lo que esta dado. Que represente un nuevo sector, con nuevas ideas, hacia ese mundo debemos ir, debemos acompañar, debemos sostener.
Señalamos, en la introducción, que nuestro interés por documentar el protagonismo político de las nuevas generaciones reconoce una preocupación de más amplio espectro relativa a la eventual democratización de la escuela, como la comunidad genuina de pertenencia de los estudiantes. Fundamentándose en la reflexión académica contemporánea acerca de lo político -entendida como el campo de construcción de la vida en común (la comunidad y su regulación)-, es posible interrogarse por qué la escuela como «ámbito de la vida en común» de estos sujetos, no puede ser pensada en su construcción y regulación con la participación progresiva de éstos últimos. Debemos recalcar que ensayar el horizonte teórico que abren estas preguntas no implica en ningún sentido negar la necesidad de la protección adulta responsable que tienen las nuevas generaciones; ni en modo alguno proponer la autonomía política de este sujeto. Se trata de deconstruir una franja de indeterminada dependencia, sustituyéndola por una -también por el momento teórica- transicionalidad, capaz de distinguir los niveles crecientes de agencia que van alcanzando en sus apropiaciones del mundo social. En tal sentido, la profundización del registro etnográfico en lo que refiere a las capacidades propositivas de los jóvenes y a los debates complejos que esgrimen en relación al bien público y la legitimidad de las formas políticas para canalizar su realización, no hizo sino ampliar especularmente el interrogante acerca de los motivos por los cuales aquéllas energías no encuentran en la institución escolar su continente propicio. De modo complementario, en qué medida las prácticas institucionalizadas para la expresión de los intereses políticos de los jóvenes que hemos documentado, resultan orientadas en dirección a aquélla posibilidad.
En sus versiones más progresistas, las disposiciones acerca del gobierno escolar reservan éste a la comunidad de directivos, docentes y padres o apoderados, excluyendo a los alumnos en función de su minoridad, según el razonamiento jurídico al que hemos hecho referencia. La participación prevista para éstos últimos en el ámbito escolar se canaliza a través de los centros de estudiantes y en los consejos de convivencia. Como documentamos en el punto anterior, los centros resultan compelidos a fundamentarse ya sea en los intereses genéricos y, por tanto, sectoriales, de los «estudiantes» -esto es, a devenir propiamente una agrupación gremial-, ya sea a proyectarse en un -igualmente genérico- afuera, confluyendo con la demanda social y política mayor. En la perspectiva que pretende encauzar las acciones hacia el adentro de la vida escolar, las posiciones gremialistas descalificadas por los más politizados como de entretenimientos o de actividades culturales, consiguen plasmarse con dificultad, del mismo modo que tampoco es masivo la aceptación del discurso político que expresan las corrientes que dirigen los centros. A lo largo de esta oscilación, las tensiones entre lo político estudiantil y la política estudiantil (asociada a los partidos y las tradiciones combativas) pueden leerse entonces como expresiones de la imposibilidad de encontrar destino en la institución escolar, entendida como una comunidad heterogénea y plural, frente a la cual asumir responsabilidades progresivas en su construcción. Esta deviene, o bien el lugar del antagonismo o alianza entre «posiciones» (directivos, padres, estudiantes), o bien un espacio indiferenciado de la totalidad social, sin especificidad alguna para reclamar para sí y para sus sujetos constituyentes.
Resituar lo que es propio de esta comunidad resulta un eslabón imprescindible para encontrar soluciones transitorias a la paradoja del protagonismo estudiantil que enlaza la representación, la decisión y la autenticidad, siempre al riesgo de fundirse en la apatía política mayor, de la cual las nuevas generaciones no son responsables. Por otra parte, la riqueza de los temas y debates que los estudiantes se permiten desarrollar en la legislatura, correlativa a los múltiples ámbitos en los que la sociedad contemporánea involucra la construcción del bien común, contrasta con aquellos que son permitidos o formulados como objeto de debate en los centros escolares y los consejos de convivencia.20 Sin embargo, señalamos que dinámica del debate parlamentario produce un efecto paradójico en lo que refiere a nuestra interrogante. Al ubicarlos, siquiera como simulacro, en la responsabilidad de decidir y legislar para todos y por todos, tiende a difuminar los intereses relativos al ámbito escolar por considerarlos demasiado puntuales o específicos, frente a las concepciones dominantes del bien común como reparación de daños o inequidades sociales. Más aún, si bien la legislatura es escenario del potencial de este sujeto para preocuparse por el espacio público, la autoría de los proyectos que resultan de interés para los legisladores será omitida, bajo el supuesto de que éstos constituyen «ensayos para la civilidad futura», y no expresiones auténticas de participación ciudadana. Recuperar la concepción de la escuela como espacio público,21 supone el doble desafío de conceptualizarla como espacio político, retomando el sentido productivo del poder que fuese eclipsado por la acepción de control y dominación, la que a su vez ameritaba la protección de la infancia hasta su «mayoría de edad». Si aquél sentido remite a la capacidad de lo político para reformular racionalmente las condiciones de la convivencia, hemos documentado las posibilidades e intereses progresivos que las nuevas generaciones expresan en torno a su construcción.
En este apartado se describen algunos resultados que se obtuvieron de la revisión, con el propósito de una aproximación a la categoría ciudadanía juvenil, con enfoque en temas específicos que permiten organizar por subtemas la información para su correspondiente presentación.
Inicialmente se exponen algunas perspectivas de autores, que incluyen a los jóvenes en la categoría de ciudadanía, pero para ello es necesario tener en cuenta la complejidad de la realidad a la que están sometidas las naciones, como consecuencia de la dinámica globalizadora que conlleva cambios políticos, económicos, sociales y culturales. Resulta importante atender a estos aspectos en la medida en que influyen para consolidar procesos constituyentes, como lo es la ciudadanía. De esta manera es fundamental para la temática expuesta resaltar las perspectivas y los aportes identificados por diferentes autores que discuten la experiencia cívica de los jóvenes para ser considerados ciudadanos, y que argumentan por qué es importante incluir a los jóvenes en la ciudadanía.
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