Confieso que hay actitudes que no dejan de sorprenderme, pero no me rindo. Habrá que seguir haciendo pedagogía, aunque a veces creo que la capacidad de entender de algunos está directamente relacionada con su voluntad de hacerlo.
Hemos dicho hasta la saciedad que al PJ somos federalistas. Nuestra afirmación se fundamenta en la visión que tenemos de la política, donde el pacto y la confianza mutua juegan un rol importante, y también porque entendemos que es el modelo político y territorial que más se ajusta a nuestra visión de una Argentina diversa y plural: para vivir unidos en la diversidad.
Los federalistas tenemos como modelo la red. En ella la inteligencia y la capacidad de decisión está distribuida por los diversos nodos, lo que no impide que la cooperación entre todos ellos ofrezca un rendimiento muy superior al de la suma aritmética de cada uno de ellos. Ahora bien, para el éxito del modelo, es necesario que haya lealtad en todos los sentidos: la lealtad federal.
Es lo que ha carecido sistemáticamente en la praxis y la cultura política de nuestras Instituciones desde la aprobación de la actual Constitución. Aunque el modelo llevaba a la descentralización, la savia que alimentaba las decisiones políticas era profundamente centralista. Por ello, no sólo hay la reforma de la Constitución, completándola y volviendo a un modelo federal sin complejos, sino que, tanto o más importante, es cambiar la cultura política de los diversos actores, para que la operación sea un éxito .
Por este motivo, me preocupa seriamente problemas que afrontan la Argentina y otros países con sistema federal es, desde su adopción, el de la ineficacia. Por lo común, en la vida política actual se piensa esa ineficacia como una injusta distribución, desde el Estado nacional, de los ingresos que éste percibe por distintos conceptos. Pero el régimen federal es mucho más que un esquema de distribución de recursos entre el Estado nación y las entidades políticas que lo componen. Es, sobre todo, una estructura para garantizar la porción de soberanía que les corresponde a los Estados federados luego del abandono de su independencia, algo que podría contribuir también a la real vigencia en ellos de la denominada democracia representativa.
Los vicios de la política argentina tienen parte de sus raíces en esta anómala conformación del régimen federal. Muchas de las provincias padecerían las consecuencias de su debilidad frente al Estado nacional no sólo en cuanto a la distribución de los recursos, sino también por algo que en realidad es factor de esa debilidad: su deficiente desarrollo político. En suma, las fallas del régimen representativo y del federalismo a partir de 1853 no deben considerarse sólo con referencia al Estado nacional, sino fundamentalmente como efecto de la debilidad institucional de las provincias.
Que definimos Argentina como nación lo hemos hecho siempre no sólo responde a nuestra visión de de Sudamérica, sino también porque tenemos muy claro que cada nación no le corresponde sino la necesidad un Estado. Por lo tanto, miedos en este sentido, ninguna.Y menos en estos momentos, en pleno siglo XXI, el de la globalización asimétrica y el dominio de los "mercados" sobre la política, en el que la idea y la funcionalidad del Estado y nación están obsoletos.
Al contrario, necesitamos nuevos instrumentos supranacionales y supraestatales, necesitamos más federalismo para poder abordar políticas que nos permitan combatir la desigualdad, y garantizar la libertad real y la fraternidad, que son nuestros ideales republicanos y también internacionalistas. En definitiva, para que la política vuelva a gobernar la economía.
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