Exigimos que la policía republicana sea ejemplar. A cambio, la República debe ser ejemplar con su policía. Ellos nos protegen, nosotros debemos protegerlos. De lo contrario, estaríamos faltando a nuestro deber, el de garantizar la autoridad del Estado.
Autoridad no es una mala palabra cuando se ejerce al servicio de la justicia y el derecho. La autoridad no es obscenidad cuando protege a los más vulnerables. La autoridad no es delito cuando garantiza nuestras libertades.
Esta autoridad se ve amenazada cada vez que se banalizan los asesinatos, cuando se descuidan las agresiones, las intimidaciones a policías, gendarmes o sus familiares. Mañana, naturalmente, estaremos al lado de aquellos que mantienen la paz para mostrarles nuestro respeto y nuestro apoyo.
Es el continuo policía-justicia-penitenciaría el que necesita ser revisado. Desde este punto de vista, pierde su objetivo al no asociar todos estos servicios públicos.
Policías, gendarmes, magistrados, supervisores penitenciarios, consejeros de integración y libertad vigilada forman la misma cadena delictiva. Un eslabón acaba de ceder y toda la cadena está rota. Cada uno debe ser consolidado.
¿Cuándo pretende reunir estas diferentes fuerzas que no deben oponerse sino combinarse en torno a un objetivo común? La policía, aunque actor decisivo en la respuesta penal, está demasiado poco asociada a ella. Restricciones procesales acumuladas, idénticas independientemente del nivel de gravedad. ¿Cómo y cuándo piensas actuar?
La seguridad es un bien común. No presupone una superación demagógica sino la determinación inquebrantable de la Nación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario